Un nuevo comienzo by Debbie Macomber

autor:Debbie Macomber [Macomber, Debbie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-04-01T00:00:00+00:00

* * *

A la mañana siguiente se despertaron tarde. Desayunaron en el hotel y por la tarde retomaron con pereza la carretera de regreso a Seattle. El fin de semana había sido una huida de sus vidas reales y ahora regresaban de nuevo, renovadas y optimistas.

Hallie estaba decidida a aferrarse a los sentimientos positivos. Se puso a llover poco después de que cruzasen la frontera, pero decidió no darle ninguna importancia.

—Tú eres la única persona que me ha dicho que encontraría otro hombre después de Sanford —dijo Donnalee sonriendo—. Ahora me siento preparada para buscarlo.

—Muy bien —dijo Hallie contenta—. Entonces ¿vas a volver a Dateline?

Donnalee pensó un momento antes de responder.

—No creo.

—¿Por qué no?

Donnalee no la habría sorprendido más si le hubiera dicho que ya había encontrado el hombre con quien deseaba casarse.

—No tiene explicación lógica, pero tengo el presentimiento de que no lo encontraré a través de una agencia.

Hallie estuvo a punto de recordar a Donnalee que había sido ella quien la había convencido para que se apuntase en la agencia. A pesar de todo, no tenía motivos para quejarse. En Dateline ya le habían presentado a varios hombres, entre ellos Mark y Larry, con los que había salido. Aunque Mark había resultado una gran decepción, y probablemente, Larry era tan indiferente hacia ella como ella hacia él.

Hallie iba pensando en todo aquello cuando se dio cuenta de que tomaban la salida de la autopista. Estaban a dos minutos de su casa. Cuando se acercaron, la llenó un sentimiento de satisfacción y placer. Su casa, con el cuidado jardín, los cestos colgantes con helechos, la puerta reluciente, sus cortinas, tenía un aspecto muy acogedor. Sacó la maleta y todos sus pequeños tesoros del maletero del coche de Donnalee y se despidieron.

Una vez dentro, a salvo de la lluvia, Hallie dirigió la mirada hacia el teléfono. Debería llamar a Larry y decirle que había regresado sana y salva. Dudó un momento y reconsideró si realmente a Larry le importaría. Sabía cuál era la respuesta.

Antes de desistir del todo, se dirigió al teléfono que colgaba de la pared y levantó el auricular. Aún tenía el bolso colgado del hombro, y la maleta y los paquetes estaban desperdigados por la entrada.

—¿Diga? —respondió Larry sin entusiasmo, como si estuviese enfadado con el teléfono por sonar.

—Soy Hallie.

—¿Qué tal por Canadá? —preguntó en el mismo tono seco, exento de entusiasmo y energía.

Hallie se preguntaba a menudo cómo eran capaces sus alumnos de aguantar sus explicaciones sin quedarse dormidos.

—Canadá —repitió, sin darse cuenta de que al otro extremo del auricular estaban esperando su respuesta—. Espectacular, maravilloso.

—Bien.

Silencio.

—Larry, en estos días que he estado fuera he tenido tiempo para pensar.

Hallie se sentía una cobarde por decirle aquello por teléfono.

—Nunca te he ocultado cuánto te admiro —continuó, mirando hacia el techo.

Quería lanzarle el mensaje de que no deseaba volver a verlo sin herirlo.

—Imagino que un hombre con mi educación y mi experiencia impresiona a alguien como tú.

Prefirió no pensar en lo de «alguien como tú». En otras circunstancias se habría sentido ofendida y le habría preguntado qué quería decir.

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